Conectar con momentos mágicos, nutre a nuestros sueños de fe y esperanza. En concretos este pasado sábado ocho de enero se cumplió la regla; al salir a contemplar el mar, amaneciendo ya, el cielo pintaba colores azules y anaranjados, las gaviotas señalaban sus vuelos con devoción y a lo lejos procedente del este, apareció una manada de jóvenes delfines capitaneados por su guía, el cual saltaba y se hacía de notar por encima de las olas.
Por un instante todo se paró y entré en ese “no tiempo” seductor, embriagada por una estela de paz y gratitud; allí, volé a lo sagrado del encuentro, a los sonidos ancestrales de sanación.
Uno, dos, tres, los segundos pasaban como minutos y estos se unieron eternos.
Pude tomar fotos y un vídeo que quedarán para el recuerdo venidero, pero lo mejor de todo fue el gran regalo que me hizo Dios en esta gloriosa mañana que nunca olvidaré.
Me gusta observar cuándo suceden algunos renacimientos, como ahora que acaba de empezar un nuevo año, y percibo alrededor, una esperanza bañada en fe que se convierte en el telar de consciencia de las personas y de la sociedad. Hemos brindado por una renovada etapa de mejora y creatividad, hemos llamado a la ilusión por descubrir grandes remedios a los acontecimientos que vivimos, estamos dispuestos por fin, a mejorar a nivel interno, preparados para compartir y aumentar la compasión mutua. Estas características se activarán en este ciclo que se abre en primavera con la conjunción de Júpiter (nuestro planeta más protector en muchos sentidos) y Neptuno (que representa la visión más trascendente).
Atrás irán quedando limitaciones e inseguridades, inquietudes y recelos, solo es necesario ganar en este juego de continuada confusión, y esto será posible al poner en movimiento nuestros dones y talentos más creativos, dejarlos entrever en el arte, el cine o los nuevos descubrimientos, y en sembrar bonitas flores de confianza y lucidez, coherencia y amor, sobre todo permaneciendo en nuestro centro de gravedad más auténtico, nuestro llamado corazón.
Desde el mismo renacer del día, cuando despertamos a lo cotidiano, pasando por nuestras marcadas rutinas, vivimos muchos momentos que se podrían considerar mágicos en un sentido de felicidad instantánea. En concreto, me suele pasar cuando subo a mi coche y me desplazo de donde vivo a mi pueblo natal. Aunque no siempre me ocurra, la emoción a veces se asoma por la ventana cuando contemplo mis queridas montañas, o vislumbro a lo lejos el mar que me acompaña y así, se genera un movimiento que me impulsa a sentir esta maravillosa energía que llamamos vitalidad.
Los comienzos suceden a otros momentos de recogimiento, de estabilidad permitida hacia esos futuros que se asoman de reojo y que se nutren de las elecciones tomadas diariamente. Es ese hilo sucesivo, cambiante, que nos asegura respirar en confianza, alimentar nuestra cordura y culmina en el encuentro con amigos y personas afines en vibración.
Si estamos dispuestos a salir del movimiento de peonza impuesto por configuraciones sociales obsoletas, se abrirá la ventana de la certeza y de la confianza, de la fe en un nuevo mañana sublime y sanador.
Carmen R. Abad
Comments