Desde la dicotomía que se presenta ante esta conocida frase en distintas áreas del conocimiento analicemos:
Necesito “ver para creer”, como si lo material fuera antes que lo mental. Sin embargo desde el conocimiento ancestral se nos dice que en el mundo de la manifestación, lo energético iría en primer lugar, a continuación lo mental y por último la expresión física o material. En ese caso, la creencia se colocaría antes como requisito a la materialización.
El maestro Jesús decía: “ Tu fe te ha salvado” cuando se dirigía a realizar una de sus sanaciones, de ahí se deduce que el creer, representado por la fe, provoca un movimiento energético en el ser que revierte en una cascada de manifestaciones hasta llegar a la más densa que es, en este caso, la sanación a nivel físico de una dolencia.
Si mantenemos el paradigma “ver para creer” estaríamos condicionados a realizar lo que se llama en un nivel sutil, la generación del milagro en nuestras vidas. Sin embargo aporto otro detalle: Cuando vemos en nuestra experiencia cotidiana, la repetición de eventos de la misma índole, por ejemplo, estás valorando la posibilidad de gestionar un tema emocional que te incomoda y aparecen como de la nada anuncios de diversos terapeutas cuando vas por la calle o cuando miras el móvil Eso es por la sintonía que se establece, es decir el movimiento energético que se está dando cuyo estímulo aparente es el nivel visual. Esto daría pie a pensar que lo que ves en esos anuncios te lleva a tomar una decisión que previamente has “pedido al universo” o más bien es un movimiento interno inconsciente, que solo es visible con la acción de la consciencia.
Por tanto aunque en apariencia parece que es el plano material el que te lo muestra, podría ser que antes sembraras una semilla en un deseo previo que va germinando y que a veces no se ve.
Las partes inconscientes que todos llevamos en nuestro equipaje personal son más influenciadoras en nuestras vidas de lo que parece. Decimos que somos nosotros los que tomamos las riendas en ella, lo que se llama el libre albedrío, en mi opinión esto sería cierto en parte, el resto para nada lo manejamos, sería ese “destino o auguri” que sigue pululando por el éter como una flecha a la espera de hacer diana.
Yo no puedo crear nada que se no se base en mi experiencia, sería el dogma de “ver para creer”, eso impide que seamos creativos o imaginativos de otras realidades.
No puedo ver porque no creo en ello, o no creo en ello porque no lo veo. ¿Cuál sería una solución?
Presentemos la siguiente clave: la integración. Pongamos un ejemplo:
¿Qué es lo que ocurre con lo femenino y lo masculino? ¿Nos atrevemos a obtener una visión global de estos conceptos?
La energía femenina y su correlación con el hemisferio derecho (imaginación, creatividad, intuición) es lo que te permite llegar más lejos en la visión y en la trascendencia, abogaría por “creer para ver” mientras que si solo permites la energía masculina (lo racional, objetivo del hemisferio izquierdo) esto limitaría y coartaría el crecimiento a todos los niveles, aquí tenemos “ver para creer”.
Una posible solución sería la integración honesta de ambas energías, que daría lugar a la unión de los dos hemisferios y lo que representan y como aliciente estaría nuestro deseo consciente de fundir las energías femenina y masculina. Así conectaríamos con los niveles superiores de consciencia, el mantener una modalidad esférica, expansiva y multidimensional, en vez de una visión encasillada geométricamente en una figura tridimensional como muestra la expresión de “cabeza cuadrada”.
La integración de los aparentes contrarios es la respuesta más sabia.
Carmen R. Abad
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